China: de fiesta del trabajo a fiesta del turismo

Como casi todo en la nueva China de la modernidad y el desarrollismo, hace tiempo que el Día de los Trabajadores dejó de tener connotaciones políticas y, mucho menos, comunistas. En este país regido por el capitalismo de Estado, el 1 de mayo ha derivado en una de las principales vacaciones para los chinos, junto al Año Nuevo Lunar y el Día Nacional, que se celebra el 1 de octubre para conmemorar la fundación de la República Popular por parte de Mao Zedong en 1949. Desde el pasado domingo hasta este martes, millones de chinos – o al menos todos aquéllos que pertenecen a la emergente clase media urbana y pueden permitírselo – han disfrutado de su merecido asueto colapsando autopistas, aeropuertos y estaciones de tren y autobús. Según el Ministerio de Ferrocarriles, más de 31 millones de pasajeros han viajado en tren desde el domingo, cuando esta “Operación Salida” ferroviaria registró 8,2 millones de personas. Para responder a tal demanda, 303 trenes adicionales se añadieron al servicio. Con más de 1.300 millones de habitantes, cualquier movimiento de masas desborda los transportes públicos en China, que se ha visto obligada a recortar los “puentes” y las “Semanas Doradas” de vacaciones. Impuestas en 2001 para fomentar el turismo, sobre todo interno, resultaron finalmente inviables porque más de 330 millones de personas se desplazaban por un país que ya está permanentemente colapsado debido a su insostenible crecimiento económico. Para evitar kilómetricas retenciones en las autopistas, colas interminables en las estaciones de tren y los sempiternos retrasos de las líneas aéreas, el régimen de Pekín ha acortado las “Semanas Doradas” y repartido las vacaciones en fechas sueltas por el calendario. Una medida que beneficia al turismo interno y perjudica a los viajes al extranjero. Desde que, en 1987, el Gobierno chino permitió por fin a sus ciudadanos trasladarse de vacaciones a otros países, la cifra de turistas se ha disparado. Aunque, al principio, el número de destinos era muy limitado y sólo incluía a Tailandia, Singapur, Malasia y las hoy regiones administrativas especiales de Hong Kong y Macao, alrededor de 5,3 millones de personas pudieron ver cumplido su sueño de visitar otro país de forma privada. En tiempos de crisis, el gigante asiático es también la gran esperanza para este sector porque, según las predicciones de la Organización Mundial del Turismo, 100 millones de chinos saldrán al extranjero en 2020. De momento, los chinos sólo pueden trasladarse de vacaciones a los países a los que su Gobierno ha concedido el estatus de “destino turístico aprobado”. Entre ellos, figuran todos los Estados de la Unión Europea, que ya se preparan con los brazos abiertos para recibir a los turistas chinos porque, a pesar de que suelen viajar en promociones muy baratas, se gastan auténticas fortunas en comprar marcas de lujo, como Louis Vuitton, Gucci o Prada. A pesar de esta apertura cada vez mayor, el régimen comunista sigue controlando las salidas de sus ciudadanos al extranjero no sólo por motivos de seguridad, sino también porque el turismo interno relanza hasta un 10 por ciento la economía nacional tanto durante el Día Nacional como en el Año Nuevo Chino y en el Día del Trabajo. Lo malo es que, en el país más poblado del planeta, tan descomunal movimiento de masas acaba colapsando los transportes y los hoteles y causando multitudinarios accidentes de tráfico.

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